Rembrandt
El nuevo testamento
En 2019 se cumplen 350 años del fallecimiento de Rembrandt Harmenszoon van Rijn. El artista siempre consideró la disciplina del grabado como un arte mayor, lo que le llevó a experimentar hasta lograr el perfeccionamiento técnico a través del empleo de la luz, la sombra y el claroscuro. Por esta razón, sus grabados de temática religiosa son diferentes de los de cualquier otro grabador.
A finales del siglo XIX la Comisión Rembrandt, en Amsterdam, comenzó los preparativos para la conmemoración del 300 aniversario del nacimiento del artista. Entre sus logros, está la adquisición de la casa donde nació Rembrandt. También, bajo sus directrices, estas 38 obras que constituyen la exposición se grabaron entonces con ocasión de esta celebración.
Aunque los temas del Nuevo Testamento han de seguir el texto sagrado, Rembrandt los representa de una manera siempre original. Al principio de su carrera como grabador crea espectaculares escenas de un barroquismo exuberante como La resurrección de Lázaro, La Anunciación a los pastores o Jesús ante Pilatos, que querían equipararse a las de Rubens, el pintor de moda que triunfaba en toda Europa y cuyas composiciones se difundían a través de las estampas grabadas por un excelente equipo de profesionales de la reproducción de cuadros. Pero pronto encuentra su propio camino, su manera de plasmar en las estampas un sentimiento religioso sincero y profundo, cálido y humano, que probablemente aprendió de su madre.
Probablemente no hay una serie de estampas sobre la infancia de Jesús más tierna y natural, ni otra tan sobria y dramática sobre la Pasión, como las que grabó Rembrandt. En ellas muestra, por una parte, su dominio y su manera absolutamente personal de utilizar las técnicas del grabado y de la estampación y, por otra, su forma de componer y de iluminar las escenas, de una sabiduría y una sencillez que se pueden calificar de clásicas. La evolución que ha sufrido su modo de concebir y realizar las estampas, siempre en busca de nuevos efectos plásticos que apoyaran lo que quería decir en ellas, ha sido continua.
Uno de los mejores ejemplos es El entierro de Jesús. En ella, Rembrandt presta especial atención al color. A partir del segundo estado, cubre toda la plancha con una finísima trama de líneas pero, para lograr representar con mayor libertad, variedad y más fácilmente la oscuridad casi total de la cueva, deja sobre la plancha una capa de tinta que, según cómo la limpie, produce una imagen diferente al estampar cada prueba. Todas son impresionantes; todas logran transmitir una terrible sensación de tristeza y silencio. El negro es tan intenso que, en la mayoría de los casos, sólo gracias al leve resplandor que emana del cuerpo muerto de Jesús se pueden vislumbrar las figuras que le rodean, un resplandor que se va apagando poco a poco. Rembrandt ha logrado plasmar sobre un papel de pequeño tamaño, en blanco y negro, todo el dolor del mundo: por eso se le considera un genio.